No renunció a la fe ante las amenazas
Según la tradición, Catalina fue una joven de origen noble en Alejandría de Egipto, conocida por su belleza y su elevada formación cultural. Hacia el año 305, durante una celebración ciudadana, habría entrado en contacto con el emperador romano (quizá Majencio o, más probablemente, Maximino Daya).