Del trono a la pobreza franciscana
Isabel de Aragón, reina de Portugal, se distinguió por su empeño en promover la paz entre los monarcas de su tiempo y por su generosidad hacia los pobres. Tras la muerte de su esposo, el rey Dionisio, decidió consagrar su vida a Dios ingresando en la Tercera Orden de Santa Clara, en el convento de Estremoz que ella misma había fundado.