La Presidenta de la Gobernación en la presentación del volumen "Economics for Ecclesiastics. A guide"
La economía al servicio de la persona
Una dimensión económica «entendida esencialmente al servicio de la persona, y por tanto orientada a la satisfacción de sus necesidades más que a la mera racionalización de los recursos escasos», y las decisiones económicas como «instrumentos integradores de la acción misionera de la Iglesia, mediante los cuales puede manifestarse concretamente la palabra evangélica y hacerse realidad ese espíritu de solidaridad que rompe la cultura del descarte promovida por el “paradigma tecnocrático”».
Son las dos líneas directrices que han inspirado el volumen titulado Economics for Ecclesiastics. A guide, del Monseñor Martin Schlag y del profesor Giuseppe Schlitzer, publicado por la Librería Editora Vaticana. Así lo subrayó Sor Raffaella Petrini, Presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, al presentar el volumen el viernes por la mañana, 3 de octubre, en la Embajada de Italia ante la Santa Sede, en el Palacio Borromeo de Roma.
En el encuentro —moderado por Fabio Bolzetta, periodista y presidente de la Asociación Webcattolici Italiani— intervinieron los autores y el profesor Francesco Bonini, Rector de la Universidad Lumsa de Roma. Entre los presentes se encontraban el Embajador de Italia ante la Santa Sede, S. E. el señor Francesco Di Nitto; el Arzobispo Emilio Nappa, y el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, Secretarios Generales de la Gobernación.
Además de los editores, en la elaboración del volumen participaron varios expertos y académicos católicos, italianos y extranjeros, quienes prestaron especial atención a la contribución que la Doctrina Social de la Iglesia puede ofrecer para interpretar los grandes desarrollos de los mercados globalizados y afrontar la gestión de los bienes eclesiásticos según los principios del buen padre de familia.
El último capítulo del volumen presenta un detallado panorama del proceso de reforma del sistema económico-financiero vaticano, desde el acuerdo monetario con la Unión Europea en 2009 hasta 2024. La obra está destinada a servir de guía a los eclesiásticos para comprender la economía y ofrecer algunos principios para su buena gestión, puesto que la Doctrina Social de la Iglesia puede contribuir a la interpretación y solución de problemas económicos incluso complejos.
A continuación, publicamos la intervención de la Presidenta de la Gobernación:
Agradezco sinceramente al Embajador Francesco Di Nitto por su invitación y por haber permitido la celebración de este acto en el espléndido Palacio Borromeo. Agradezco de corazón al Prof. Giuseppe Schlitzer y al Prof. Martin Schlag por haber querido implicarme en la culminación del volumen que hoy presentamos, con una breve Prefacio introductoria.
Economics for Ecclesiastics. A guide ofrece una aportación significativa en el contexto más amplio de la reflexión sobre la materia económica que se ha desarrollado, también en el ámbito académico, durante la última década, especialmente a raíz de la crisis financiera de 2008 y, posteriormente, de la pandemia global, con una atención particular a la reforma de la Curia Romana emprendida por el Papa Francisco.
El hilo conductor que une las contribuciones recogidas por los profesores Schlitzer y Schlag se desarrolla, a mi juicio, siguiendo una doble dirección, abarcando dos dimensiones que constituyen el trasfondo de todo el volumen, aunque abordadas por los autores desde distintos puntos de vista.
Por una parte, el texto encuentra su fundamento en una dimensión económica concebida esencialmente al servicio de la persona, y por tanto orientada a la satisfacción de sus necesidades, más que a la racionalización de los recursos escasos o a la maximización del beneficio individual, como durante muchos años sostuvo la teoría económica tradicional dominante.
Para quien se haya ocupado del estudio del pensamiento social católico, es fácil reconocer las raíces de esta reflexión en el rico magisterio desarrollado especialmente a través de las encíclicas sociales, en particular desde la Populorum Progressio (1967) hasta la Centesimus Annus (1991), desde la Caritas in Veritate (2009) hasta la Laudato Si’ (2015), en las cuales los Pontífices han delineado claramente este necesario paso de una visión «mecanicista» y reductiva de la economía —centrada en el interés de los actores individuales— a una visión capaz de incluir en ella una finalidad social, vinculada a la producción y distribución de la riqueza común, donde la reciprocidad y las virtudes encuentren también su espacio adecuado, y la gratuidad pueda situarse de modo eficaz y legítimo junto al beneficio y a la negociación contractual.
Confirmada asimismo por la investigación de numerosos economistas «laicos», esta perspectiva más amplia de la economía implica una concepción del mercado como espacio de intercambio de bienes y servicios, en el que la producción, el consumo y la distribución son procesos determinados por variables materiales, pero también por variables inmateriales, como la confianza, la transparencia y la equidad. El espíritu del mercado, su ethos, es, por tanto, considerado tan importante como los mecanismos económicos que regulan su funcionamiento cotidiano.
La segunda línea directriz del volumen se articula en la premisa de que las decisiones económicas son instrumentos integradores de la acción misionera de la Iglesia, mediante los cuales puede manifestarse concretamente la palabra evangélica y hacerse realidad ese espíritu de solidaridad que rompe la cultura del descarte promovida por el “paradigma tecnocrático”.
La práctica de los consejos evangélicos en la vida consagrada, así como las promesas del ministerio ordenado, se manifiestan actuando como administradores iluminados de lo que se ha recibido, no solo en términos de gracias del Espíritu, sino también bajo la forma de bienes temporales, cultivando relaciones fundadas en la justicia y la caridad, y participando así en la edificación de la Iglesia.
El administrador eclesial está, por tanto, llamado a cuidar y tutelar con particular prudencia aquello que le ha sido confiado, ejerciendo el principio de la «diligencia del buen padre de familia».
Desde esta perspectiva, el control y la rendición de cuentas no pueden ya ser percibidos como elementos que limitan la autonomía o la eficacia del servicio, sino como instrumentos necesarios de corresponsabilidad. El seguimiento de Cristo se manifiesta también en la coherencia de decisiones económicas desprendidas de una concepción posesiva de los bienes, abiertas a las necesidades de los más frágiles, atentas a la sostenibilidad y a la búsqueda de un justo equilibrio que valore a la persona humana y los recursos —generalmente escasos— disponibles.
Hoy la Iglesia vive —a todos los niveles— la experiencia de una profunda revisión de sus modalidades de gestión económica a la luz de las exigencias derivadas de su apertura a una realidad externa globalizada e interconectada, en la que está llamada a relacionarse con distintos actores que, a su vez, interactúan constantemente a través de modalidades definidas en el plano jurídico, social y económico. La transparencia, en este sentido, se revela como conditio sine qua non para poder dialogar y actuar con esta variedad de interlocutores.
En este sentido, el volumen ofrece un instrumento ad hoc para orientar la formación de clérigos y religiosos que se preparan para afrontar cuestiones económicas y financieras, y que por ello deben tanto desarrollar adecuadas competencias profesionales como adquirir una visión más amplia de estas materias, trabajando en equipo, aprovechando las competencias ajenas y orientándolas hacia la consecución del bien común.
De la lectura de las diversas contribuciones que enriquecen el volumen, abordando sus contenidos de manera complementaria, se desprende con claridad que, aun en la concreción de la vida cotidiana, el discernimiento en la gestión de los bienes y de los recursos financieros debe seguir centrado en una concepción de la economía fundada en la persona humana y en una visión instrumental de dichos bienes y recursos, que nunca pierda de vista el fin primario de la fidelidad a Cristo «pobre», y que, por ello, esté siempre alimentada por un sano sentido de sobriedad y por una atenta consideración de la sostenibilidad.
Gracias.
