Celebración para los empleados de la Dirección de Sanidad e Higiene

En el misterio de la Visitación, la alegría de Isabel por la presencia de Jesús se transforma en un anuncio de salvación en María. Una reflexión que acompaña a los fieles en su camino de Adviento, a pocos días de la solemnidad de la Navidad. Los empleados de la Dirección de Sanidad e Higiene de la Gobernación pudieron escucharla durante la Misa celebrada el sábado por la tarde, 21 de diciembre, en la iglesia de María, Madre de la Familia, por el Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
En el rito estuvieron presentes, entre otros, Sor Raffaella Petrini, Secretaria General de la Gobernación, y el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, Vice-Secretario General, el profesor Andrea Arcangeli y el Dr. Luigi Carbone, respectivamente Director y Subdirector de la Dirección, médicos, enfermeros y operadores socio-sanitarios.
Publicamos, a continuación, la homilía del Cardenal Presidente:
Querido Prof. Andrea Arcangeli,
Querido Dr. Luigi Carbone,
Queridos todos,
El Evangelio de este IV Domingo de Adviento describe la prisa de María. La Madre de Jesús se pone en camino para visitar a su prima Isabel. Es el misterio de la Visitación, que no puede separarse de la Anunciación que la precede ni del Magníficat que la sigue. Antes incluso de este relato evangélico de la visita de María a Isabel, tuvo lugar el anuncio del Arcángel Gabriel. Este representa la visita de Dios a su criatura.
En este sentido, visita y anuncio están completamente conectados. De hecho, la visita de María a su prima también es un anuncio: entra en la casa, la saluda y, bajo la acción del Espíritu Santo, Isabel exulta por las maravillas realizadas por el Señor, mientras el hijo que lleva en su vientre, Juan Bautista, salta de alegría. El primer Magníficat, por lo tanto, es el de Isabel, que alaba y da gracias al Señor.
Si miramos más de cerca, vemos que la fe y la caridad son lo que impulsa la prisa de María. Después de escuchar las palabras del Arcángel, cree en lo que el Señor le ha comunicado, no solo sobre la Encarnación, sino también sobre el embarazo de Isabel. Inmediatamente, tras las palabras del Arcángel, nace en ella el deseo de ir a ayudar a su pariente. Así, la fe suscita enseguida la caridad.
Debemos prestar atención a otro elemento fundamental: cuando María se dirige a su prima, no va sola. Con ella está Jesús. Por lo tanto, la Visitación adquiere una dimensión trinitaria: el Hijo del Padre derrama su gracia a través de María, y el Espíritu la hace exultar.
La Visitación también es un icono de la Iglesia. La Madre de Dios acoge con fe las palabras que el Señor le transmite a través del Arcángel. No las guarda para sí, sino que corre rápidamente a llevar al Niño al mundo, en alabanza y servicio. Esta es la Iglesia: la Iglesia que sale de sí misma.
Finalmente, la Visitación es también un icono del verdadero encuentro, y la Navidad es precisamente esto: el encuentro con Dios, con los pobres, con los hermanos. En la Visitación se produce un doble encuentro: entre dos mujeres y entre dos niños. Isabel reconoce en María una Presencia que lleva dentro de sí, que la llena de alegría y la invita a alabar a Dios.
Queridos hermanos y hermanas, estamos ya cerca de la Navidad. Para organizar con éxito lo que se considera la mayor fiesta del año, en nuestra sociedad las personas utilizan los únicos medios que conocen: multiplican las iluminaciones en las calles, ofrecen banquetes más abundantes, descorchan las mejores botellas de champán, preparan los paquetes de regalos y compran ropa nueva.
Después, llega el momento de recuperarse de los excesos y guardar los adornos en el armario: se cierra el paréntesis y se vuelve a la vida ordinaria. Se cree haber vivido lo que llaman “la magia de la Navidad”, un eslogan escuchado y visto mil veces en los anuncios publicitarios. Pero en todo esto, Jesús desaparece. Se celebra un nacimiento, pero se olvida al festejado. La Navidad se ha transformado en un acontecimiento social y colectivo, enfocado solo en el consumo, sin recordar su verdadera esencia.
Los cristianos, en cambio, durante el Adviento, han escuchado a los profetas, desde Isaías hasta Juan Bautista, que los han invitado a preparar el camino del Señor, a cambiar de conducta, a realizar actos de justicia, a eliminar el orgullo y a pedir perdón por los pecados.
Hoy, en la cuarta y última etapa del Adviento, para nuestra sorpresa aparece otra forma de celebrar una auténtica Navidad. Nos la enseña una joven sencilla y sonriente: María. Con ella caminamos hacia Cristo, que viene a visitarnos. Redescubrimos así el verdadero sentido de la Navidad: el Don de Dios a los hombres, que ninguna riqueza en la tierra puede comprar.
Queridos hermanos y hermanas, en la Nochebuena el Papa Francisco abrirá la Puerta Santa, dando inicio al Jubileo. Es un año de gracia y misericordia, durante el cual os invito a aprovechar las indulgencias que ofrece la Iglesia.
El Jubileo traerá a Roma millones de peregrinos, por lo que vuestra Dirección estará en primera línea para afrontar este gran flujo. Se os pedirá prestar un servicio que requiere mucha energía y dedicación. Por ello, os agradezco de antemano vuestra profesionalidad y cuento con vosotros para atender las necesidades que se presenten.
Que la Virgen María os bendiga y os proteja.
Feliz Navidad a vosotros y a vuestras familias.