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30 de octubre: San Germán de Capua, Obispo

Un pastor al servicio de la unidad

Germán fue nombrado obispo de Capua hacia el año 519, aunque antes de esa fecha su figura permanece envuelta en la penumbra. Las únicas noticias sobre sus orígenes proceden de una fuente hagiográfica del siglo IX, considerada tardía y de escasa fiabilidad. Según esta narración, Germán nació en Capua entre los años 470 y 480, de padres pertenecientes a la alta sociedad, Amanzio y Juliana. Tras la muerte de su padre, decidió —con el consentimiento de su madre— vender los bienes familiares para dedicarse por entero a la vida ascética y al estudio de las Escrituras. A la muerte del obispo Alejandro, la comunidad capuana lo eligió como sucesor, y sólo después de insistentes ruegos aceptó el encargo.

El contexto histórico en que vivió —el ocaso del reino de Teodorico y el inicio de la guerra greco-gótica— dificulta reconstruir con precisión el impacto efectivo de su episcopado en la vida política y religiosa de Capua.

La presencia históricamente cierta de Germán emerge en un acontecimiento decisivo: la misión diplomática enviada en el año 519 por el papa Hormisdas a Constantinopla, con el fin de poner término al cisma acaciano. El Liber Pontificalis es la única fuente coetánea que atestigua con claridad su condición de obispo de Capua; otras fuentes se limitan a mencionarlo genéricamente como episcopus.

El cisma acaciano, originado en el año 482 por iniciativa del emperador Zenón y del patriarca Acacio mediante la promulgación del Henotikón, pretendía conciliar las posiciones católicas con las monofisitas, pero fue rechazado por el papa Félix III, quien excomulgó a Acacio. Desde entonces, las relaciones entre Roma y Constantinopla se deterioraron profundamente, hasta que el papa Hormisdas, en 519, organizó una nueva legación tras el fracaso de los intentos anteriores.

Germán fue elegido jefe de la delegación, como lo demuestra el hecho de que las fuentes lo mencionen siempre en primer lugar. Tal designación indica que era tenido por hombre de notables cualidades espirituales y diplomáticas. La misión partió de Roma entre enero y marzo de 519 y, tras atravesar el Adriático y hacer escala en Valona y Ocrida —donde Germán celebró la Santa Misa—, llegó a Constantinopla al inicio de la Semana Santa.

Los delegados fueron recibidos con gran entusiasmo: Justiniano, entonces comes, salió a recibirlos con honores a diez millas de la capital, y el pueblo les dispensó una acogida calurosa. El Lunes Santo se entrevistaron con el emperador Justino I y, posteriormente, con el Senado y el patriarca Juan. El momento culminante de la misión tuvo lugar el Jueves Santo, cuando se discutió oficialmente, en presencia de las más altas autoridades, el libellus pontificio, documento fundamental para reafirmar la autoridad de Roma en la Iglesia universal. El resultado fue un pleno éxito, y Germán permaneció en Constantinopla más de un año para consolidar el acuerdo con las demás Iglesias orientales.

El 9 de julio del 520, una carta encomiástica del emperador al papa Hormisdas confirmaba la eficacia de la delegación, mientras que en otra misiva posterior, del 15 de julio, el Papa expresaba su preocupación por la prolongada estancia de sus legados, justificada sin embargo por la delicadeza de la fase final del acuerdo.

De la vida pastoral de Germán en Capua se conocen pocos detalles. La única excepción es un dato transmitido por el Chronicon Salernitanum, que lo recuerda por haber cambiado la dedicación de la basílica de los Apóstoles, consagrándola a los santos Esteban y Águeda, quizá después de haber obtenido de Constantinopla algunas reliquias.

Con todo, la fama de Germán perduró en el tiempo sobre todo gracias al testimonio de san Gregorio Magno en sus Diálogos. En un pasaje (II, 35), Gregorio relata la visión que tuvo san Benito de Nursia en el monte Cassino: vio el alma de Germán elevarse al cielo en forma de un globo de fuego. Posteriormente, supo por medio de emisarios que Germán había muerto precisamente en aquel momento. En otro episodio (IV, 42), Germán aparece como intercesor por la liberación del alma del diácono romano Pascasio.

Germán murió probablemente a comienzos del año 541, según sugiere el epitafio de su sucesor Víctor, obispo de Capua entre 541 y 554. Su actividad episcopal, por tanto, se prolongó durante más de veinte años, desde 519 en adelante.

A lo largo del siglo IX, el culto del obispo capuano gozó de particular veneración, sobre todo gracias a los vínculos con el monasterio de Montecassino. Cuando Capua fue refundada en el año 849 por Landón, el cuerpo de Germán fue trasladado a la nueva ciudad. Durante una visita del emperador Luis II hacia el año 873, parte de sus reliquias fueron llevadas a Montecassino, hecho que explicaría el origen del topónimo San Germano en aquella zona. Otra parte fue trasladada a Piacenza, probablemente por Engelberga, esposa del emperador, y depositada en la cripta de la iglesia de San Sixto, fundada por ella en el año 874.

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