29 de noviembre: San Saturnino, mártir
Firme en la fe
Las principales informaciones sobre la vida de Saturnino proceden de la Passio Saturnini, un texto anónimo compuesto hacia mediados del siglo V, redactado aproximadamente doscientos años después de su martirio. Según este relato, Saturnino habría llegado desde África y alcanzado Tolosa hacia el año 250, durante el consulado de Decio y Grato, donde fue elegido como guía de la comunidad cristiana local.
En aquella época, según el autor de la Passio, la presencia de los cristianos en la Galia era todavía muy escasa, mientras que los santuarios paganos atraían a un gran número de devotos dedicados a ofrecer sacrificios.
Recién llegado a la ciudad, Saturnino logró, sin embargo, formar un primer núcleo de creyentes gracias a la fuerza de su predicación. Su figura suscitó pronto la hostilidad de los paganos: cada mañana, en efecto, para dirigirse a un pequeño lugar de oración que le pertenecía, debía pasar ante el Capitolio, el principal templo dedicado a Júpiter Capitolino. Allí los sacerdotes sacrificaban un toro para obtener oráculos divinos. La tradición narra que la simple presencia del Obispo turbaba a los arúspices, haciendo indescifrables sus vaticinios; irritados, los sacerdotes habrían atribuido a él la causa de dicho trastorno.
Un día, una multitud enfurecida lo rodeó, exigiendo que ofreciese personalmente un toro sobre el altar del dios. Saturnino, firme en su fe, rehusó. En ese momento, los presentes lo apresaron, lo ataron al cuello del animal y empujaron a la bestia a descender corriendo por la escalinata del templo: arrastrado con violencia, el Obispo murió poco después a causa de las graves heridas. Su cuerpo, abandonado en el camino, fue recogido posteriormente por dos mujeres piadosas que lo depositaron «en una fosa muy profunda».
Aproximadamente un siglo más tarde, san Hilario mandó construir una pequeña capilla de madera sobre el lugar de la sepultura, edificio que, sin embargo, no perduró. La memoria del sitio se debilitó hasta que, en el siglo VI, el duque Leunebaldo descubrió las reliquias del mártir y mandó erigir allí una iglesia dedicada a Saturnino, conocida inicialmente como Saint Sernin-du-Taur, que en el siglo XIV adoptó el nombre actual de Notre-Dame du Taur.
