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26 de noviembre: San Leonardo de Porto Maurizio

Apóstol del Vía Crucis

Paolo Girolamo Casanova, conocido como san Leonardo de Porto Maurizio, nació en Porto Maurizio —la actual Imperia— el 20 de diciembre de 1676. Muy joven se trasladó a Roma para completar sus estudios en el Colegio Romano y, fascinado por la vida austera de dos frailes del Retiro de San Buenaventura en el Palatino, decidió ingresar en la Orden de los Frailes Menores a los veintiún años, vistiendo el sayo franciscano en el convento de Santa Maria in Ponticelli.

Cuando, siendo todavía joven, pidió al cardenal Colloredo ser enviado como misionero a China, el purpurado le respondió que “su China sería Italia”. Así, la tierra que habría de evangelizar no fue un país lejano, sino la propia península que le vio nacer. Durante más de cuarenta años se dedicó a la predicación y a la evangelización, llevando el mensaje cristiano desde el Reino de Nápoles hasta la República de Génova, desde el Gran Ducado de Toscana hasta los Estados Pontificios, llegando incluso a Córcega.

Pese a sus sueños de misión distante, la vida de Leonardo confirmó que la Italia de comienzos del siglo XVIII necesitaba también misioneros incansables, capaces de llevar a Dios a la gente común y de convertir la predicación en un verdadero servicio al pueblo.

Consagró toda su existencia a la predicación, siempre guiado por la memoria de la Pasión de Cristo. Su devoción a la Virgen María y al Nombre de Jesús era constante, y el tema del Vía Crucis —típico de la espiritualidad franciscana— ocupó un lugar central en sus oraciones y en sus misiones, convirtiéndose gracias a él en una práctica muy extendida entre los fieles.

Sus sermones reunían a grandes multitudes, profundamente impresionadas por su palabra y conmovidas por su espiritualidad. San Alfonso María de Ligorio lo definió como el mayor misionero de su tiempo, mientras que Benedicto XIV lo describía como un “cazador de almas para el cielo”. Sus viajes apostólicos le llevaron a todos los rincones de Italia, donde logró incluso recomponer tensiones civiles con resultados sorprendentes.

A pesar del agotamiento físico provocado por los esfuerzos misioneros, Leonardo continuó trabajando sin descanso. Con ocasión del Año Santo de 1750, a petición del Papa, organizó la preparación espiritual de los fieles y realizó en el Coliseo catorce edículos para el Vía Crucis y una gran cruz, salvando de hecho el monumento del abandono y la degradación.

Murió el 25 de noviembre de 1751 en el Retiro de San Buenaventura, en el Palatino, dejando tras de sí una fama de santidad muy extendida entre los romanos y más allá. El papa Pío VI lo beatificó en 1796 y Pío IX lo canonizó en 1867. En 1923, Pío XI lo proclamó patrono de los misioneros en los países católicos y, desde los años noventa, san Leonardo es también venerado como patrono de la ciudad de Imperia.

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