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15 de septiembre: Bienaventurada Virgen María de los Dolores

La participación en la Pasión del Hijo

En la Edad Media, los cristianos comenzaron a meditar con mayor intensidad sobre el sufrimiento de María, la Madre de Jesús, especialmente en el momento de la Pasión. María es la única persona que permaneció siempre fiel a Cristo, desde el nacimiento hasta la Cruz.

La devoción a los Dolores de la Virgen se desarrolló en aquel tiempo, centrada en siete episodios dolorosos de su vida, conocidos como los Siete Dolores de María:

la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida de Jesús en Jerusalén, el encuentro con Jesús en el camino del Calvario, la muerte de Jesús en la Cruz, el descendimiento del cuerpo de Jesús, y su sepultura.

Esta veneración popular condujo, con el tiempo, a la institución de una memoria litúrgica: fue el papa Pío VII quien la extendió a toda la Iglesia en 1814, en acción de gracias a María por su protección materna durante los desórdenes políticos vinculados a las revoluciones europeas.

La fiesta se celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz, para recordar que María compartió de todo corazón el sacrificio de su Hijo, tal como afirmó también el Concilio Vaticano II. La Virgen, en efecto, sufrió junto a Jesús y aceptó con amor el sacrificio del Hijo al que ella misma había dado la vida.

En esta jornada, la Iglesia invita a orar y meditar, entonando también el Stabat Mater, antiguo y conmovedor himno dedicado a la Virgen Dolorosa.

Como afirmó san Bernardo, la Virgen participó en la Pasión de Cristo por compasión, uniéndose profundamente al sufrimiento del Hijo. Al pie de la Cruz se cumplió la profecía de Simeón: el Corazón de María fue traspasado, mientras el cuerpo de Jesús era desgarrado por el suplicio. Su presencia junto al Hijo hasta el final fue signo de un amor fiel y de un sufrimiento compartido, que la hicieron partícipe del sacrificio redentor.

Por ello, la Virgen Dolorosa suele ser representada con el Corazón atravesado por siete espadas, símbolo de los siete principales dolores que la convirtieron en Reina de los Mártires.

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