Seleccione su idioma

18 de noviembre: San Odón de Cluny

A la luz de la herencia espiritual de San Martín de Tours

La figura de San Odón se inscribe en el vasto horizonte del monaquismo medieval, aquella época en la que el ideal benedictino se difundió hasta configurar, por toda Europa, una densa constelación de monasterios. Estos centros de oración y cultura contribuyeron decisivamente a dar forma a la identidad espiritual del continente.

Entre todos ellos, el monasterio de Cluny adquirió un relieve excepcional: célebre por su profunda disciplina interior, por el cuidado de los estudios y, sobre todo, por la solemnidad del culto divino. Odón fue su segundo abad y una de sus personalidades más eminentes.

Nacido hacia el año 880 en una región situada entre Maine y Touraine —la actual Francia—, recibió de su padre una devoción singular hacia el gran San Martín de Tours, bajo cuyo influjo transcurrió toda su vida y junto cuya tumba concluyó su peregrinación terrena. Su decisión de consagrarse a Dios maduró tras una intensa experiencia interior, que él mismo relató a Juan el Italiano, el monje que más tarde escribiría su vida. Era aún adolescente cuando, durante una vigilia de Navidad, se sintió movido a dirigir a la Virgen una oración llena de confianza, llamándola «Madre de misericordia», título que conservaría como predilecto también en los años posteriores. Precisamente en ese periodo se encontró con el texto de la Regla de San Benito: quedó tan profundamente fascinado por ella que empezó a seguirla poco a poco, aun sin ser todavía monje. Más adelante describiría a Benito como «lámpara que resplandece en las tinieblas del mundo» y «maestro de la vida según el Espíritu», reconociendo en él a uno de los grandes Padres de la Iglesia y una guía luminosa para el camino cristiano.

Impulsado por el deseo de vivir plenamente aquel ideal, abandonó la ciudad de Tours y abrazó la vida monástica, primero en Baume y después en Cluny. En 927 fue elegido abad de aquel gran centro espiritual, desde donde ejerció una influencia decisiva en la reforma monástica de su tiempo. Numerosos monasterios europeos, incluidos varios cenobios italianos —entre ellos San Pablo Extramuros—, se beneficiaron de su presencia y de su magisterio. En el curso de sus viajes llegó en varias ocasiones a Roma y visitó Subiaco, Montecassino y Salerno. En 942, durante una estancia en la capital, fue alcanzado por una grave enfermedad. Deseoso de terminar su vida junto a su amado San Martín, logró regresar a Tours, donde murió el 18 de noviembre, durante la octava de la fiesta del Santo.

Su biógrafo subraya cuán rico era Odón en virtudes: perseverancia en las pruebas, desapego de las vanidades del mundo, celo incansable por la salvación de las almas, compromiso por la paz en las comunidades cristianas. Su corazón aspiraba a la concordia entre los gobernantes, a la fidelidad a la ley de Dios, a la atención a los pobres, a la educación de los jóvenes y al respeto hacia los ancianos. Aunque amaba la soledad de su celda, donde buscaba una relación cada vez más profunda con Dios, no rehuía el servicio de la palabra ni la guía espiritual, derramando lágrimas por la fragilidad del mundo.

Seleccione su idioma