25 de junio: San Guillermo Abad
Peregrino, fundador de la Abadía de Montevergine y de la Congregación benedictina verginiana, estrechamente unida a ese cenobio. Es san Guillermo de Vercelli, o de Montevergine. Nació hacia 1085 en Vercelli, en el seno de una familia noble, y ya a los catorce años emprendió su camino como peregrino por Europa.
Renunció a los hábitos propios de su clase, se revistió con una sencilla capa y, descalzo, emprendió un largo peregrinaje hacia el santuario de Santiago de Compostela, en España. Este viaje penitencial duró al menos cuatro años, durante los cuales hablaba de Dios con todos cuantos encontraba, viviendo en la pobreza y en la meditación. Su estilo de vida era sumamente austero: caminaba siempre descalzo, con los pies heridos; rezaba día y noche, y solía dormir a la intemperie, directamente sobre la tierra.
A su regreso de España, continuó peregrinando por toda Italia, visitando santuarios y lugares santos. También quiso ir a Tierra Santa y se dirigió hacia Apulia para embarcarse, pero en Oria fue asaltado por unos ladrones que, al no encontrarle bienes de valor, lo golpearon brutalmente, dejándolo medio muerto. Guillermo interpretó aquel suceso como una señal de Dios: quizá no estaba llamado a viajar a Tierra Santa. Durante su convalecencia, buscó consejo de san Juan de Matera, quien le animó a permanecer en Italia.
Poco después tuvo una visión en la que Dios le anunciaba la fundación de la Congregación verginiana. Se retiró entonces a la vida eremítica y recorrió el sur de Italia en busca del lugar apropiado para entregarse a la oración y a la soledad.
En 1118 llegó a las faldas del monte Partenio, en la actual provincia de Avellino (Irpinia). La admiración que suscitaba su figura hizo que muchos quisieran seguirle, y en poco tiempo numerosos hombres se unieron a él, deseosos de vivir según su ejemplo. Marcado por su propia experiencia como peregrino, Guillermo acogió de inmediato a esos nuevos compañeros y, aun antes de que se consagrara la primera iglesia, ya se habían levantado celdas para los monjes y un albergue para los peregrinos. Así, quien había vivido siempre en soledad se convirtió en guía de una comunidad monástica. Sin embargo, no redactó reglas precisas: se limitaba a dar ejemplo con su vida y a ofrecer algún consejo oral.
Pero el espíritu de peregrino que le había guiado desde joven volvió a impulsarle. Confió la dirección del monasterio de Montevergine a uno de sus discípulos más fieles, el padre Alberto, y reanudó sus viajes con el propósito de dar a conocer su nueva familia religiosa. En los últimos años de su vida, recorrió el sur de Italia fundando nuevos monasterios.
Sus virtudes y los milagros que se le atribuían pronto le granjearon fama también entre los nobles y poderosos de su tiempo. Príncipes normandos y señores locales le ofrecieron su apoyo, donando tierras y privilegios a los nuevos monasterios. Mantuvo una especial amistad con el rey normando Rogelio II, a quien quiso visitar por última vez poco antes de morir, para despedirse y ofrecerle algunos consejos sobre el arte de gobernar.
San Guillermo falleció en 1142, en el monasterio del Goleto, cerca de Nusco, que él mismo había fundado. El 2 de septiembre de 1807, su cuerpo fue trasladado a la Abadía de Montevergine. Fue canonizado por Pío VI en 1785. En 1942, con ocasión del octavo centenario de su muerte, Pío XII lo proclamó patrón principal de la región de Irpinia.
