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17 de diciembre: San Juan de Mata

Fundador de la Orden de la Santísima Trinidad

San Juan de Mata, fundador de la Orden de la Santísima Trinidad, nació en Faucon —pequeña localidad alpina de la Provenza, feudo vinculado a los Condes de Barcelona— hacia la mitad del siglo XII; según algunas fuentes, el 24 de junio de 1154, según otras, el 23 de junio de 1160. Procedente de una antigua nobleza militar, fue orientado muy pronto hacia los estudios: en Aix, en Marsella y más tarde en París, capital intelectual de la Europa cristiana.

Allí profundizó en la teología con tal aprovechamiento que recibió el título de magister y comenzó a enseñar en la Escuela Catedralicia. El ambiente universitario, sin embargo, no apagó en él el deseo de consagrarse totalmente a Dios. Ordenado sacerdote por Mauricio de Sully, el gran obispo que dio inicio a la construcción de Notre-Dame, celebró su primera Misa en 1193 —según otras crónicas, en noviembre de 1192— pidiendo al Señor un signo que orientara definitivamente su vida.

Fue precisamente durante aquella celebración cuando tuvo lugar el acontecimiento decisivo: en el momento de la elevación, Juan contempló la gloria de Dios y a dos prisioneros encadenados, uno «negro y deforme», el otro «blanco y macilento», sostenidos por las manos del Señor. Esta visión, recogida por un autor anónimo del siglo XIII y confirmada por la tradición posterior, fue interpretada como el mandato divino de liberar a los cristianos cautivos en los territorios islámicos. Juan hizo representar la escena en el mosaico del portal del hospital romano de San Tomás in Formis, que se convertiría en el corazón de su futura obra.

Deseoso de discernir cómo llevar a cabo aquella misión, Juan se retiró por un tiempo a la quietud de Cerfroid, en Picardía, a un bosque donde vivían algunos eremitas dedicados a la oración. Entre ellos se hallaba Félix de Valois, quien compartió con él la intuición espiritual y le ayudó a estructurar el primer núcleo de una fraternidad dedicada a la redención de los cautivos. En torno a ambos se reunieron bienhechores —como la condesa Margarita de Blois, Robert de Planels y María Panateria— que ofrecieron tierras, casas e iglesias para sostener a la naciente comunidad.

Con una regla de vida aún en fase de definición, Juan se dirigió a Roma en 1198, donde se encontró, recién elegido Papa, con su antiguo compañero de estudios: Lotario de los Condes de Segni, convertido en Inocencio III. El Pontífice acogió con interés el proyecto, pero solicitó ulteriores verificaciones, invitando a Juan a regresar a París para perfeccionar el texto normativo de la Orden. De vuelta en Francia, Juan y sus compañeros elaboraron una regla que expresara el espíritu evangélico, la estructura de vida, la misión redentora y la identidad fraterna de la nueva familia religiosa.

Presentada de nuevo al Papa, la regla fue aprobada entre 1198 y 1199. Inocencio III reconoció oficialmente la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, autorizándola asimismo a colaborar con fieles laicos en la misión de liberación. El 8 de marzo de 1199 llegó incluso a enviar una carta de recomendación al rey de Marruecos, para que favoreciera la obra de los Trinitarios.

Inmediatamente después del reconocimiento pontificio, Juan organizó la primera expedición de redención, en la que probablemente participó en persona. Estableció una casa en Marsella, que se convirtió en puerto privilegiado para las travesías de los redentores y lugar de regreso para los cautivos liberados. Posteriormente se dirigió a Aragón y a Provenza, donde nuevos protectores —como Pedro de Belvís, los condes de Orange y los señores de Baux— garantizaron la protección de sus religiosos y de sus bienes. Con una extraordinaria capacidad conciliadora, Juan resolvió controversias locales, obtuvo apoyos políticos y abrió casas en numerosas ciudades de España, como Toledo, Segovia y Burgos.

La red de la Orden se amplió rápidamente, haciendo necesario un centro estable. De regreso en Roma, Juan obtuvo de Inocencio III la posesión perpetua del hospital de San Tomás in Formis, que se convirtió en la sede principal de la Orden y en su residencia personal. En este lugar —donde, según una tradición, pasó también san Francisco de Asís— Juan ejerció el servicio de «ministro», dirigiendo la expansión de los Trinitarios y sosteniendo nuevas operaciones de rescate en Europa y en África. Participó asimismo en una legación pontificia en Dalmacia para reconducir a grupos heréticos a la unidad de la Iglesia.

Consumido por el trabajo, Juan de Mata murió en Roma el 17 de diciembre de 1213. Su cuerpo fue sepultado en San Tomás in Formis, hasta que, en la noche del 19 de marzo de 1655, fue trasladado clandestinamente a Madrid. Alejandro VII reconoció oficialmente su culto inmemorial.

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