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13 de julio: San Enrique Emperador

Ejemplo de justicia en el gobierno

San Enrique, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, constituye un modelo de rectitud y justicia en el ejercicio del poder. En una época compleja para la historia del continente europeo, supo vivir los principios del Evangelio en el desempeño de su alta responsabilidad.

Hijo del duque de Baviera, nació en el año 973 en un castillo a orillas del Danubio. Enrique creció en el seno de una familia profundamente religiosa: su hermano Bruno llegó a ser obispo de Augsburgo; una hermana, Brígida, se consagró como monja; y la otra, Gisela, contrajo matrimonio con san Esteban, rey de Hungría. Durante su juventud, fue confiado a los canónigos de Hildesheim para su formación y más tarde al obispo Wolfgang de Ratisbona, monje de la abadía de Einsiedeln.

Se cuenta que, en cierta ocasión, durante una visita al monasterio de San Vanne en Verdún, Enrique pidió al abad ingresar en la vida monástica. El abad, con sabiduría, le respondió que debía permanecer en el mundo y gobernar por obediencia. En efecto, Enrique era rey de Germania (desde 1002) y de Italia (desde 1004), y más tarde sería proclamado Emperador del Sacro Imperio. Accedió al trono tras la prematura muerte de su primo, Otón III, cuando apenas contaba treinta años.

Un episodio particularmente significativo marcó su juventud. A los 23 años, tuvo un sueño en el que se le apareció su maestro, el obispo Wolfgang, recientemente fallecido, quien escribió en la pared de su habitación las palabras «Dentro de seis». Enrique creyó que le quedaban seis días de vida, que pasó en oración y penitencia. Después pensó que se trataba de seis meses, y finalmente de seis años. Al cumplirse ese plazo, en 1014, fue coronado emperador, fortalecido espiritualmente para afrontar los desafíos del poder.

Durante su reinado, Enrique demostró sabiduría y firmeza. Dos años después de su proclamación como rey, fue coronado emperador en Roma por el papa Benedicto VIII, acompañado de su esposa Cunegunda. De regreso a Alemania, elevó el monasterio de Bobbio al rango de sede episcopal y en Verona se encontró con san Romualdo.

Su gobierno no estuvo exento de dificultades: hubo de enfrentarse a rebeliones tanto en Germania como en Italia. En este último reino tuvo que oponerse a Arduino de Ivrea, proclamado rey de Italia. Los feudatarios, insatisfechos con el gobierno de Arduino, pidieron a Enrique que interviniese y le ofrecieron la Corona de Hierro.

La fortaleza de Enrique no era sólo política o militar: fue un hombre profundamente espiritual y caritativo, humilde y abierto al consejo de personas sabias, como el abad de Verdún. Le acompañaba en todo momento su esposa Cunegunda, también profundamente piadosa y que, tras su muerte, fue canonizada. Juntos trabajaron por su santificación y por el bien de sus súbditos.

Uno de sus amigos más cercanos fue Odilón, abad de Cluny y gran reformador del monacato. A instancias suyas, Enrique imprimió a su gobierno un espíritu cristiano de honestidad, caridad y rectitud moral. Se comprometió con la reforma del clero y de los monasterios, y obtuvo del Papa la introducción de la recitación del Credo en la misa dominical y en las principales festividades, con el fin de fortalecer la fe del pueblo.

Falleció el 13 de julio del año 1024, a los 52 años, tras una larga enfermedad que soportó con paciencia. Fue sepultado en Bamberg. El papa Eugenio III lo canonizó en el año 1146.

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