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20 de julio: San Apolinar, Obispo y mártir

Incansable misionero del Evangelio

San Apolinar, considerado el primer obispo de Rávena, vivió hacia mediados del siglo II. Antiguas inscripciones halladas en la zona de Classe atestiguan la existencia, ya en tiempos muy remotos, de una comunidad cristiana bien estructurada en la ciudad.

Las primeras fuentes que hacen referencia a Apolinar son de carácter litúrgico. El Martirologio Jeronimiano, basándose en un antiguo calendario italiano, lo califica como “confesor” y “sacerdote”. También san Pedro Crisólogo, insigne obispo de Rávena del siglo V, afirma en su Sermón 128 que Apolinar fue el primer obispo de la ciudad, que trabajó incansablemente por su comunidad cristiana y que, aunque no murió asesinado, debe ser tenido por mártir debido a los muchos sufrimientos que padeció.

Más adelante, una fuente hagiográfica conocida como la Passio sancti Apollinaris añade numerosos detalles. Según este relato, Apolinar habría nacido en Antioquía y habría sido enviado a Rávena por el propio san Pedro para predicar el Evangelio. En la ciudad obró muchos milagros, pero fue finalmente desterrado. No obstante, prosiguió su labor misionera en Oriente. A su regreso a Rávena, sufrió nuevas persecuciones y falleció el 23 de julio a consecuencia de las heridas recibidas.

Algunos estudiosos consideran que esta Passio no es del todo fiable, ya que reflejaría las tensiones históricas entre la Iglesia de Rávena y la de Roma, particularmente durante el periodo en que Rávena aspiraba a una mayor autonomía (en torno al año 666). Sin embargo, ciertos elementos de la leyenda podrían contener un trasfondo histórico: por ejemplo, la presencia en Classe de numerosos cristianos orientales, entre los cuales Apolinar podría haber ejercido su ministerio, o la figura de los episcopi vagantes, obispos que predicaban sin sede fija.

Aunque la tradición que lo presenta como enviado directo de san Pedro no sea históricamente verosímil, podría reflejar la antigua rivalidad de Rávena, no tanto frente a Roma, sino frente a Milán.

El culto a san Apolinar fue especialmente importante en Rávena, donde se erigió en su honor la espléndida basílica de Classe, adornada con magníficos mosaicos y que aún conserva sus reliquias. Su devoción se extendió también a otras ciudades italianas, como Roma y Milán, e incluso llegó a tierras alemanas. Hoy es venerado como patrón de la región de Emilia-Romaña.

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