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6 de agosto: Transfiguración del Señor

La revelación de la Gloria divina

La fiesta de la Transfiguración del Señor conmemora el episodio en el que Jesús, en el monte Tabor, se transfiguró ante los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, revelando su gloria divina como Hijo amado del Padre. En aquella ocasión se aparecieron junto a Él Moisés y Elías, símbolos de la Ley y de los Profetas, confirmando así su misión salvífica.

Moisés y Elías, que se manifestaron junto a Jesús, están “en la gloria” porque ya en el monte Sinaí habían vivido una experiencia profunda de la presencia de Dios (Éx 33; 1 Re 19). El deseo de Pedro de construir tres tiendas evoca la Tienda del Encuentro del tiempo del Éxodo, donde Dios hablaba con Moisés “cara a cara”.

En el Evangelio de Lucas se narra que Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestiduras se volvieron resplandecientes de luz (Lc 9,29-30). Este es el acontecimiento de la Transfiguración, que la Iglesia celebra el 6 de agosto, exactamente cuarenta días antes de la fiesta de la Exaltación de la Cruz.

Con este episodio, Cristo quiso preparar a los discípulos para afrontar el sufrimiento de la cruz, fortaleciendo su fe mediante una visión anticipada de su gloria divina. Pero la Transfiguración es también un anuncio de la “admirable adopción” que hace de los creyentes hijos de Dios, llamados a participar un día de la luz y de la gloria del Hijo.

La Transfiguración es una fiesta de la Gloria divina, que ya ahora revela el fin último de la historia de la salvación: la plena entrada de la humanidad en la vida de la Trinidad.

Esta fiesta es conocida en Oriente desde finales del siglo V, y probablemente está vinculada a la dedicación de las Basílicas del monte Tabor, lugar tradicional de la Transfiguración.

Esta solemnidad se celebra tanto en la Iglesia de Occidente como en las Iglesias orientales de tradición bizantina, siríaca y copta.

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